lunes, 8 de julio de 2013

¿Alguien te escucha realmente?


“Cada cabeza es un mundo” dice la sabiduría popular, pero ¿conocemos realmente todos esos mundos que nos rodean? Convivimos con compañeros de trabajo, de estudio, familiares parejas y en muchos casos desconocemos gran parte de ese universo. No sabemos de lo que nos perdemos. En nuestra cultura se nos enseña que si no eres visto no existes, lo visual tiende a ser más importante que lo que ocurre dentro, y poco a poco ese maravilloso mundo interior se va haciendo más estrecho y esa cortina que lo separa del resto del mundo se hace más densa. El problema está en que evitamos mostrarnos tal y como somos, pensamos que lo que somos realmente no importa a otros, que nuestros gustos o aquello que nos causa alegría son superfluos porque no encajan en el canon común. Intentamos seguir un patrón, un orden impuesto por otros factores usualmente comerciales de los que no hablaremos ahora. Sacrificamos nuestros deseos y nuestra escancia por complacer a otros y estos otros hacen lo mismo y así una cadena de mentira y auto represión. Es obvio que hablar con franqueza no siempre sienta  bien a todos, pero podemos ir entrenando los oídos de las personas que amamos, valora cada sentimiento y cada pensamiento exprésalo con honestidad y así iremos cimentando un camino seguro y estable donde se valore más el pensamiento individual y donde cada día podamos sorprendernos, enamorarnos, aplaudir, etc. a seres auténticos. 


Comparto esta reflexión porque a lo largo de mi trabajo, escuchando y escuchando siento que no existirían tantas tormentas en los corazones de mis consultantes si toda esa fuerza reprimida saliera a tiempo, si toda esa tormenta hubiera fluido antes en sanas lluvias, sanas lluvias que otros tenían el derecho a escuchar, porque así se sana, hablando y escuchando. Pero se sana hablando con honestidad y escuchando con atención. Hoy nadie escucha, y por eso nadie quiere hablar, y quien habla no es del todo sincero, el ego nos hace interpretar el personaje hasta que ya la máscara no se sostiene. Estudios explican que cuando contamos un problema a otra persona, el mismo comienza a parecer menos agobiante y pasa lo contrario con las alegrías, cuando compartimos una alegría el sentimiento de goce se multiplica.

Si no tienes una persona que te escuche escríbeme. Si quieres conversar sobre este tema, contáctame.