“Cada cabeza es un mundo” dice la sabiduría popular, pero
¿conocemos realmente todos esos mundos que nos rodean? Convivimos con
compañeros de trabajo, de estudio, familiares parejas y en muchos casos
desconocemos gran parte de ese universo. No sabemos de lo que nos perdemos. En
nuestra cultura se nos enseña que si no eres visto no existes, lo visual tiende
a ser más importante que lo que ocurre dentro, y poco a poco ese maravilloso
mundo interior se va haciendo más estrecho y esa cortina que lo separa del
resto del mundo se hace más densa. El problema está en que evitamos mostrarnos
tal y como somos, pensamos que lo que somos realmente no importa a otros, que
nuestros gustos o aquello que nos causa alegría son superfluos porque no
encajan en el canon común. Intentamos seguir un patrón, un orden impuesto por
otros factores usualmente comerciales de los que no hablaremos ahora.
Sacrificamos nuestros deseos y nuestra escancia por complacer a otros y estos
otros hacen lo mismo y así una cadena de mentira y auto represión. Es obvio que
hablar con franqueza no siempre sienta
bien a todos, pero podemos ir entrenando los oídos de las personas que
amamos, valora cada sentimiento y cada pensamiento exprésalo con honestidad y
así iremos cimentando un camino seguro y estable donde se valore más el
pensamiento individual y donde cada día podamos sorprendernos, enamorarnos,
aplaudir, etc. a seres auténticos.
Comparto esta reflexión porque a lo largo de mi trabajo,
escuchando y escuchando siento que no existirían tantas tormentas en los
corazones de mis consultantes si toda esa fuerza reprimida saliera a tiempo, si
toda esa tormenta hubiera fluido antes en sanas lluvias, sanas lluvias que
otros tenían el derecho a escuchar, porque así se sana, hablando y escuchando.
Pero se sana hablando con honestidad y escuchando con atención. Hoy nadie
escucha, y por eso nadie quiere hablar, y quien habla no es del todo sincero, el
ego nos hace interpretar el personaje hasta que ya la máscara no se sostiene. Estudios
explican que cuando contamos un problema a otra persona, el mismo comienza a
parecer menos agobiante y pasa lo contrario con las alegrías, cuando
compartimos una alegría el sentimiento de goce se multiplica.
Si no tienes una persona que te escuche escríbeme. Si
quieres conversar sobre este tema, contáctame.